Inmensos y vírgenes: así son los paisajes más meridionales de la Laponia sueca más al norte del Círculo Polar Ártico, donde las distancias se pierden y el ojo no es capaz de atisbar el final de los interminables valles repletos de lagos modelados por los ancestros de los glaciares que, a duras penas, todavía perduran bajo la miraba del pico Kebnekaise (2.103 m.).
El Kungsleden o Camino del Rey es un sendero de 440 km que recorre la recóndita región de la Laponia sueca: se trata de una travesía fácil para los habituados a caminar en montaña. El tramo más concurrido es su extremo norte, siempre dentro del Círculo Polar Ártico, desde el Parque Nacional de Abisko hasta Nikkaluokta (106 km, 5 etapas) o hasta Vakkotavare (unos 111 km, 5 etapas).
En la primera de las opciones se recomienda añadir un día más para subir al refugio de Tarfala, situado en un enclave privilegiado rodeado de glaciares y uno de los menos transitados de toda la zona, ideal para deleitarse del silencio y la soledad. Para los que disfruten ascendiendo cimas, pueden coronar en otra etapa la cima del Kebnekaise (2.103 m.), la más alta de Suecia y una de las más altas de todo el Círculo Polar Ártico, la cual está permanentemente cubierta por nieve y hielo, haciendo muchas veces necesario el uso de crampones.
Te encuentras en uno de los territorios más remotos y ausentes de cualquier rastro humano dentro de uno de los países más avanzados de Europa. Ni una torre de alta tensión, ni una carretera, ni un edificio, ni cobertura móvil, ni un hospital. Estáis solos tus compañeros de aventuras, tú y la naturaleza, a merced de la compasión de ésta, aislados, en otro mundo, donde el silencio es el rey de los sonidos y la sensación a aire limpio apenas es turbada por el hedor del anti mosquitos que emana de tu piel. Se puede afirmar literalmente que puedes beber de cualquier curso de agua.
La luz tiene algo especial, es mágica, pero a la vez te resulta extraña. Todavía no eres consciente pero está sucediendo. Te vas a dormir y sigue habiendo luz. Te levantas y persiste la misma luz que cuando te acostaste, la misma que tendrás a mitad de la mañana o a mediodía. Incluso abres los ojos a mitad de la noche y continúa habiendo luz. Sí, es el sol de medianoche del que tanto habías oído hablar pero del cual todavía no te habías percatado absorto por tantas diferencias y nuevas sensaciones nunca vividas en tus anteriores viajes. Durante el verano la oscuridad se toma unas merecidas vacaciones. Gracias a esta luz y a la ausencia de contaminación, el cielo, cuando las abundantes nubes lo permiten, irradia un azul tan limpio e intenso como nunca antes has visto.
Las únicas preocupaciones del caminante son las más básicas: llegar al destino, alimentarse, asearse, descansar y, por supuesto, convivir y gozar de la buena compañía. Este es el ritual diario que al principio sorprende y al terminar la travesía echas de menos, porque descubres que la sencillez a la que se reduce tu quehacer cotidiano te hace extraordinariamente feliz.
El itinerario, sin pérdida alguna, está muy bien acondicionado con pasarelas y puentes para evitar las innumerables turberas y ríos que alimentan los extensos lagos que encontraremos durante todo el recorrido y de los cuales puedes beber sin problemas. Las elevadas aspas rojas, que indican el camino de invierno (con raquetas o esquís de travesía), muchas veces coinciden con el camino de verano, marcado con fitas y postes direccionales.
Los refugios (aquí llamados huts) están situados estratégicamente. No puedes reservar en ellos pero al ser un trekking poco transitado no suele haber problemas de alojamiento. Son muy confortables, disponen de cocina y muchos de ellos están equipados con una mini tienda para el avituallamiento y, algunos, ¡disponen de sauna!. No hay luz eléctrica, pero sí cálidas velas. Las duchas son las grandes ausentes en casi todos los refugios, aunque siempre tenemos la opción de asearnos en las gélidas aguas de sus arroyos, ríos y lagos, en los cuales también se puede lavar la ropa, siempre utilizando jabones naturales biodegradables y haciéndolo aguas abajo de donde se coge con cubos el agua para beber y cocinar. Los amables guardas, con los que podrás comunicarte con unas mínimas nociones de inglés, así te lo indicarán. En muchos se puede pagar con tarjeta de crédito. No hay servicio de comidas, pero disponen de cocina equipada con gas, vajilla y ollas. La comida que encontramos dista mucho del concepto sabroso que tenemos en España, pero a ella te adaptas. En algunos hay teléfono vía satélite para comunicarte con el mundo exterior: el móvil aquí es inservible.
En cuanto al material a llevar no hay grandes misterios. Hay que sumarle al típico de travesía una tienda por si en algún refugio no quedasen plazas, por si tienes algún imprevisto o por si, sencillamente, buscas todavía más soledad. El terreno permite, y casi recomienda, el uso de unas cómodas zapatillas impermeables de montaña. Allí sorprende ver a todos los suecos, noruegos, alemanes y holandeses con altas botas de cuero preparadas para el barro y las turberas, pero las innumerables pasarelas te evitaran casi todo contacto con el mismo, haciendo innecesario el uso de pesadas botas o polainas. Alguna camiseta térmica, al menos un pantalón corto o desmontable, un forro y una chaqueta impermeable se hacen imprescindibles. Un par de mudas de ropa es suficiente si lavas cada 1 o 2 días: el tejido sintético suele secarse en poco tiempo si no llueve. Si vas en julio o agosto, no olvides alguna camiseta de manga corta. Sí, aunque estés en Laponia, en verano puede hacer calor y superar los 20ºC.
Los mosquitos no hay que tomárselos a broma; son casi una plaga y enseguida os percataréis de ello, especialmente cuanto más bajos estéis y menos viento haga. La gran explosión se produce especialmente en junio y en menor medida en julio. A mediados de agosto la cantidad es algo más normal, pero siguen siendo bastante molestos. Conviene rociarse varias veces al día con repelentes que contengan imperativamente dietiltoluamida, incluso sobre la ropa y el pelo. Mientras caminas no suelen acechar, pero si te paras, estas perdido sin repelente. Al final convives con ellos y no supone un mayor problema. Si tienes fobia a estos insectos, no te recomendamos que realices esta travesía ni que viajes a ningún lugar de Laponia.
Salvo la cambiante climatología, el aislamiento de toda civilización y las hordas de mosquitos, el recorrido no posee mayor dificultad técnica para un excursionista acostumbrado a caminar por terrenos a veces muy pedregosos pero sin grandes desniveles, prescindir de muchas superfluas comodidades, e ir cargado con una mochila de travesía y la tienda de campaña.
Guía práctica
Las seis etapas de este recorrido por Laponia carecen de grandes dificultades técnicas para gente acostumbrada a caminar. En total, 114 kilómetros por valles interminables y pequeños collados.
Acceso: En tren ( www.sj.se) o avión desde Stockholm a Kiruna, y desde ésta en tren a Abisko Turiststation, comienzo del trekking. Desde Kiruna, aunque hayáis comprado billete de tren puede recogeros un autobús en la misma estación del tren si la cantidad de pasajeros no justifica el gasto de un tren.
Organización del circuito: El Kungsleden fue fundado a principios del siglo XX por la Swedish Tourist Association (STF). En su página web describe el recorrido, las etapas y facilita una muy útil información práctica sobre los refugios: www.svenskaturistforeningen.se
Refugios: Abiskojaure, Alesjaure, Tjäktja, Sälka, Singi, Kebnekaise Fjällstation, Tarfala y Nikkaluotka. Con el canet de alberguista Hi Hostel tienes descuentos.
Cartografía: Fjällkartan BD6 Abisko-Kebnekaise-Narvik, escala 1: 100.000 (2009). Se puede adquirir en la Abisko Touristation.
Señalización: El camino de verano está indicado con fitas y postes direccionales sin perdida, ya que en muchos tramos es el único camino que hay. El de invierno está marcado con grandes aspas rojas y suele utilizar un camino más rectilíneo. Muchas veces ambos caminos coinciden y cuando se separan lo hacen a muy poca distancia uno del otro.
Época: De mediados de junio a mediados de septiembre. El problema no son las condiciones técnicas del recorrido, sino que fuera de verano la nieve lo cubre todo, la ausencia total de luz en pleno invierno y que los refugios que suelen estar cerrados. Con raquetas de nieve se suele hacer en primavera pero requiere una gran intendencia y preparación.
El clima en verano es muy variable con gran presencia de nubes. Suele llover de forma débil. En agosto acostumbra a llover poco y por las noches.
Itinerario
Este itinerario puede completarse en seis etapas. Éstas son técnicamente accesibles a todos. Sus 114 kilómetros de longitud pueden ser realizados por quien esté medianamente en forma y sepa caminar por senderos de alta montaña en total independencia.
ETAPA 1 Abisko Turiststation – Abiskojaure. Distancia: 14 km. Duración: unas 4 h. Desnivel positivo: 150 m. Desnivel negativo: 30 m.
Etapa perfecta para realizar la aproximación en tren desde Kiruna y visitar la oficina del Parque Nacional de Abisko antes de iniciar este particular periplo. Tras atravesar la entrada del Kungsleden nos adentraremos en un precioso bosque de abedules que llegara hasta poco más arriba de Abiskojaure. El primer tramo va paralelo al rio Abisko, que se nos presenta primero con unos preciosos y tranquilos rápidos y luego, tras atravesar varios remansos y un puente metálico sobre un afluente, con otros mucho más agresivos y espectaculares que no nos dejarán indiferentes.
Siguiendo nuestro camino volveremos a cruzar un puente y llegaremos a un pequeño lago, antesala del precioso lago Abisko, el cual nos llevara bordearlo algo más de 1 hora hasta llegar un desvío perfectamente indicado, el cual tomaremos a la derecha para, tras volver a cruzar un puente, llegar al refugio de Abiskojaure. Conviene acercarse a lo que el guarda llama “la playa”, que es nada más y nada menos que una autentica playa de arena en el lago Abisko, donde sus gélidas aguas invitan a darse un merecido chapuzón.
ETAPA 2 Abiskojaure – Alesjaure. Distancia: 20.5 km. Duración: unas 6 h. Desnivel positivo: 425 m. Desnivel negativo: 125 m.
Saldremos de Abiskojaure hacia el desvío del día anterior, continuando en dirección sur. El camino empieza a subir y abandonamos el Parque Nacional de Abisko. El bosque desaparece para dar entrada a las montañas descubiertas y a los pastos por donde los abundantes renos campan a sus anchas. Seguimos nuestro camino y nos adentramos en Garddenvaggi, un pequeño valle que hará de entrada del encantador e interminable valle de Alis, cubierto casi todo por 3 extensos lagos intercomunicados por el río Alis. El paisaje cambia completamente, haciéndose patente la dureza, la soledad y la inmensidad de los valles de Laponia. El camino siempre discurre aguas arriba junto al margen derecho de dichos lagos, según el sentido de la marcha. En el último y más largo de los lagos, Alisjavri, tenemos la opción de evitarnos los últimos 6 kilómetros cogiendo una barca. Aun así, merece la pena seguir caminando salvo que tengamos mala meteorología.
ETAPA 3 Alesjaure – Tjäktja – Sälka. Distancia: 13.8 + 12.7 = 26.5 km. Duración: 4 h + 4 h = 8 h. Desnivel positivo: 300 +100 = 400 m. Desnivel negativo: 50 + 275 = 325 m.
Esta etapa, una de las más duras y largas, atraviesa el paso de Tjäktjapasse, que con 1140 m es el collado más alto del recorrido. Conviene llegar hasta el refugio del mismo nombre y según la climatología, atacarlo ese mismo día o hacer noche y esperar a que mejore el tiempo. El paso no tiene ninguna dificultad, pero conviene recordar que estamos en el Ártico y que el clima es quien tiene la última palabra.
Nada más salir de Alesjaure, atravesaremos un espectacular puente sobre el río Alis, del cual iremos poco a poco separándonos por la izquierda y remontando hacia su cabecera y descubriendo a lo lejos montañas repletas de pequeños glaciares. A la hora y media cruzaremos un puente y seguiremos valle arriba tomando dirección Sur hasta llegar al refugio de Tjäktja, al cual llegamos en unas 4 horas desde Alesjaure.
Aquí el sendero empieza la subida al Tjäktjapasse y el terreno se hace más pedregoso y, según lo avanzado que este el verano, cruza algún nevero antes de llegar al collado, donde existe un refugio libre que alcanzamos en 1 hora. La vista desde el mismo es de las más impresionantes y sobrecogedoras que hay en todo el recorrido: el precioso e impresionante valle glacial Tjäktjavagge se abre ante nosotros, como si de una lección de geología se tratase. Descendemos y llegaremos en 3 largas horas a Sälka siguiendo el rio Tjäktjajakka. El que no llegues a avistar el refugio hasta que no estás junto a el hace que este tramo pueda resultar pesado, ya que nunca alcanzas a ver el final del interminable valle y piensas que no avanzas.
ETAPA 4 Sälka – Singi. Distancia: 11.3 km. Duración: unas 3 h. Desnivel positivo: 50 m. Desnivel negativo: 200 m.
Etapa de transición y descanso. Si la jornada anterior no pudimos coronar el Tjäktjapasse, hoy será el día de superarlo si o si, pasar por Sälka y llegar a Singi, situado en un bucólico enclave y cruce de caminos.
Desde Sälka el sendero sigue dirección sur descendiendo ligeramente el valle glacial del Tjäktjavagge, por donde discurre el curso del rio Tjäktjajakka, que va creciendo de caudal paulatinamente tras los aportes de los valles tributarios, en cuyas cabeceras podemos divisar algunos glaciares colgando de las montañas más altas. Atravesaremos algunas morrenas de antiguos glaciares, testigos del origen de estos valles.
ETAPA 5 Singi – Kebnekaise Fjällstation – Tarfala. Distancia: 14 + 8.5 = 24.5 km. Duración: unas 4 h + 3 h = 7 h. Desnivel positivo: 250 +525 = 775 m. Desnivel negativo: 250 + 50 = 300 m.
Esta es la etapa más dura pero la más variada y sorprendente. Abandonamos el camino principal del Kungsleden que se dirige a Kaitumjaure y Vakkotavare para tomar el ramal que va a la estación invernal Kebnekaise Fjällstation, donde existe un hotel y un restaurante. Pese a estas comodidades, no existe un transporte público ni hay una carretera que llegue hasta aquí: seguimos estando en mitad de la nada, pero algo más civilizada y con posibilidad de cobertura telefónica.
Desde Singi el sendero toma dirección Este y remonta un pequeño collado para empezar a descender, transitando junto a algunos lagos. El valle se encajona momentáneamente entre impresionantes moles de roca que anticipan que el gran Kebnekaise está cerca, para volver a abrirse sin vislumbrar el final del mismo. Llegamos en 4h a la Kebnekaise Fjällstation. Continuamos dirección a Nikkaluokta y al atravesar un puente colgante sobre el río Darfaljohka encontraremos un desvío indicado. Tomaremos la senda ascendente de la izquierda, dirección Norte, siguiendo aguas arriba. El sendero llega un punto que atraviesa un corto caos de bloques junto al río, para luego ascender a media ladera sobre el mismo por un terreno más cómodo.
Se abre ante nosotros el fabuloso circo de Tarfala con sus increíbles glaciares (Storglaciären e Isfallsglaciären) custodiados por la cumbre nevada del Kebnekaise, la cual podemos contemplar si la meteorologia nos lo permite. Es un paisaje de otro planeta. No puedes dejar de pensar en paisajes del Señor de los Anillos. El camino prosigue por un caos de rocas y bloques bastante incomodo de caminar para, tras bordear por arriba las casetas de la estación ártica de la Universidad de Estocolmo, llegar al punto más alto de toda nuestra travesía: el increíble refugio de Tarfala (1.170 m.), a los pies del lago Darfaljavri, en cuyas aguas desemboca un impresionante glaciar. Es imposible no sentirse emocionado. No hay palabras para describirlo
ETAPA 6 Tarfala – Nikkaluokta. Distancia: 24 km. Duración: unas 6 h. Desnivel positivo: 50 m. Desnivel negativo: 725 m.
Desharemos nuestros pasos hasta el puente colgante y continuaremos dirección Este hacia Nikkaluokta. El bosque de abedules y las turberas vuelven a hacer acto de aparición. En el lago Laddjujavri tenemos la opción de tomar un barco que os ahorrará varios kilómetros y os dejará a 1 h del final de la travesía. Ya percibes que se acerca la civilización y tus sospechas se van confirmando cuando más te acercas. Nikkaluokta es una reserva de los Sami donde hay un restaurante. Desde aquí hay un autobús que te deja de nuevo en Kiruna.
Consejos fotográficos
Al tratarse de una travesía de varios días debemos seleccionar muy bien tanto nuestro equipaje (al final transportamos 16kg) como nuestro equipo fotográfico para que el peso de ambos no nos haga sucumbir y que la travesía en lugar de ser agradable se convierta en una penitencia.
Por ello podemos optar por una réflex o mirrorless con un objetivo todoterreno, tipo 18-125 o 18-200 en APSC, o una cámara compacta con RAW. En mi caso elegí esta segunda opción (porque cuando realicé la travesía en el año 2010 no había cámaras sin espejo) transportando una Panasonic Lumix LX-3, con 10 Megapíxeles y un zoom equivalente a un 24-60 f2-2.8. Como íba de travesía montañera con más gente que no era aficionada a la fotografía y no tenía casi reseñas o información sobre la travesía y su dureza, decidí ser precavido y opté por la compacta avanzada. 3 meses costó tomar esta dura decisión, sopesando todos los pros y contras. El 24mm fue un gran acierto, pero el 60mm se quedó claramente corto en diversas situaciones. Tras haberla realizado y viendo que el recorrido no tiene gran dureza como en un principio parecía, aconsejaría la primera opción con objetivo todoterreno para sacar el máximo partido. Hagamos lo que hagamos, un filtro polarizador y un filtro degradado de 3 pasos se hacen indispensables, sobre todo el último. El trípode ni se me pasó por la cabeza transportarlo.